La lluvia parecía tocar mi ventana, como invocando versos como añorándolos
pero esta vez los ojos se niegan contemplarla prefieren la tibieza de mi piel
entre seda de sábanas blancas se acurruca cuerpo deseos y alma también
y al calor de un vino tinto Benedetti susurra ni ahora ni nunca no te salves.
Hoy no existe nada, ni el canto del ave ni la poesía del viento ni el fruto prohibido
sólo tengo este cuerpo tibio, labios que escupen besos y un corazón furtivo.
Esa nada está llena de todo.
ResponderEliminarEso es Lidia.
ResponderEliminarSaludos!
Bendito vacío, porque en él cabe todo. Hasta la nada más vasta.
ResponderEliminarUn poema que invita a la reflexión y del cual destaco este verso: "y al calor de un vino tinto Benedetti susurra ni ahora ni nunca no te salves". Puede palparse el sentimiento de recogimiento que transmite, Grabriela.
Un besazo, encanto.
Al final de cuentas la lluvia siempre causó versos. Gracias por lo que ves que es en verdad lo que quise decir.
ResponderEliminarUn beso!
El texto es bueno. Aunque no sé si el ejercicio de escribirlo sin respiración (para que uno lo lea sin respiración) es adrede.
ResponderEliminarBesos.
absolutamente Leo! los latidos corrían.
ResponderEliminarBesos :)